En una investigación reciente, se ha constatado la magnitud de una fuerte reducción en la cantidad del agua más fría que hay en el fondo oceánico, y que está ubicada en lo más profundo del Océano Antártico, el mar que rodea a la Antártida.
Valiéndose de mediciones hechas entre 1980 y 2011, los oceanógrafos Gregory C. Johnson de la NOAA (la Administración Nacional estadounidense Oceánica y Atmosférica), y Sarah Purkey de la Universidad de Washington en Seattle, han comprobado que estas gélidas aguas profundas han estado menguando a razón de una tasa promedio de aproximadamente ocho millones de toneladas por segundo durante las últimas décadas, equivalente a unas cincuenta veces el caudal medio del Río Misisipi.
Las Aguas Antárticas Profundas (cuyo término en inglés es Antarctic Bottom Water) se forman en unos pocos lugares alrededor de la Antártida, donde el agua del mar es enfriada por el aire que se encuentra en contacto con ella, tornándose más salada debido a que una parte se congela. Al volverse más densa, se hunde hacia el fondo marino y se expande hacia el norte, pasando a formar parte de la mayoría de las aguas profundas de los demás océanos a medida que lentamente se mezcla con sus aguas más cálidas.
Las corrientes oceánicas submarinas profundas desempeñan un papel crítico transportando calor y carbono por el planeta, regulando así nuestro clima.
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